La cita era inaplazable, no importa que hubiese que capar clase, pero el martes en la mañana lo mas importante era estar tras la malla que separaba la cancha de la colombiana de tabaco, de la calle, el alambrado a veces incomodaba para mirar. Pero tras los triángulos que formaba la malla, se podía observar los movimientos del equipo que había robado mi corazón, Atlético Nacional entrenaba martes y jueves, pero mientras el profesor zubeldía ordenaba sus famosas jugadas de laboratorio, mis ojos no se cansaban de mirar la figura de aquel jugador del que ya la prensa hablaba maravillas. El arriero, el montañero, el campesino de Caldas que con su juego comenzaba a brillar en el firmamento futbolero.
Al final del entreno comenzaba el otro ritual, esperar la salida de los jugadores y tratar de tocarlos, no había cámaras, no había selfies, la hazaña era lograr que rayaran tu cuaderno con un garabato que era su firma y luego chicanear mostrándolo a los amigos del colegio y del barrio, aunque a mí eso no me bastaba, esperaba a Hernán Darío y cuando estaba cerca de él…. ¿Arriero, le llevo el maletín? me miraba entre sorprendido y apenado, sonreía y me entregaba su maletín blanco, donde guardaba los guayos y su ropa de entreno, me lo ponía en el hombro y lo acompañaba hasta la autopista a tomar el bus de Caldas, era un trayecto de unos cinco minutos, no había mucho diálogo, ni importaba tampoco, lo más importante era estar al lado de quien se convertiría en tu ídolo.
Los domingos la cita era en el estadio, cuando no alcanzaba la plata para la boleta, tocaba escuchar el partido en el radiecito de pilas y esperar que abrieran las puertas faltando 15 minutos para terminar, momento en el cual entraba corriendo y de una a buscar donde estaba el Arriero para seguir sus jugadas, cuando el partido era de visitante don Rodrigo Londoño nos describía las maravillosas jugadas del arriero.
¿Y como jugaba pues ese man? me decía un conocido estos días, uno de los que han crecido viendo fútbol en WIN y que son hinchas de varios equipos al mismo tiempo, “El Arriero tomaba el balón y siempre iba para adelante, si tenía que driblar 3 o 4 rivales no tenía problema, potente, ágil, veloz, gambeteador y con algo que aún hoy en día pocos jugadores tienen. Pegarle bien al balón con la izquierda o con la derecha.
Ah entonces ¿ese man era como Cristiano Ronaldo?… ummm algo así.
Por: Arlen Pavón
Director Nacional Es Pasión.