Hemos presenciado, por fin, un partido de Atlético Nacional con un marco notable y un rendimiento preponderante. Muchos meses, decepciones, rabietas y malos partidos debimos soportar, como hinchas, para poder llegar a este momento cumbre en lo que va corrido de la presente temporada. En un estadio teñido de verde y rojo, resaltando la convivencia pacífica de las dos hinchadas, Atlético Nacional e Independiente Medellín brindaron un espectáculo digno del mejor clásico del país. Pero usted, estimado lector, está aquí para que yo, en lo mucho o poco que conozco de este deporte, le explique porque Nacional mostró su mejor cara futbolística de los últimos seis meses.
Lo primero y quizás lo más importante es establecer que Nacional tomó riesgos conscientes para poder ir al frente, para poder ser ofensivo, para atacar como equipo grande. No existe tal palabra de “equilibrio” en el fútbol, pues cuando intentas taparte la cabeza probablemente te descubras los pies y así lo asumió Nacional, con virilidad y gallardía. 4-1-4-1 como esquema base (e inédito) que permitió a Nacional ser punzante, profundo, dominante y altamente peligroso. Con gallardía, el director técnico de turno salió a demostrar por que esta institución es la más grande del país. Los jugadores asumieron el riesgo de posicionarse en campo contrario y defender con un bloque alto, cosa que se agradece, se valora y se admira. Al final, la victoria fue para el verde que mostró méritos para quedarse con el clásico de anoche.
Atrás quedaron las incógnitas sobre el rendimiento individual de muchos jugadores como “El Rifle” Andrade, Juan David Cabal, Sebastián Gómez, etc. Queda demostrado que aquello del nivel es meramente mental; el fútbol es estado de ánimo y cuando tienes respaldo y confianza, pues rindes al tope de tus capacidades y favorece el juego colectivo.
Está claro que la muestra que dio Nacional anoche es para poner a pensar a las directivas del equipo, pues el punto de partida para elegir el próximo técnico nacionalista debe uno que esté capacitado para dirigir con la presión de ser siempre el equipo que domina y que propone. Que no tenga miedo de jugar fútbol ofensivo y que se comprometa con el riesgo que conlleva atacar con mucha gente. La hinchada no espera menos.