Por: Juan Felipe Velásquez
32 copas para la institución más grande del país. Un título más para las vitrinas que cada vez se engrosan más despejando las dudas de cuál es el equipo más importante e histórico de Colombia. Debate terminado.
Ahora, debatamos lo importante: el fútbol de Nacional. Y aquí es donde empieza lo complicado pues fácilmente habría que diseccionar dos equipos; el Nacional del primer tiempo, lento, poco competitivo, lento, errático; y el Nacional del segundo tiempo, arroyador, dinámico, huevudo y con la jerarquía requerida para aplastar a su rival. Un digno rival, dicho sea de paso.
Y es que para ser honestos, el primer Nacional fue desastroso. No hay otro adjetivo. Es la verdad. Pereira nos pasó por encima y nos puso a dudar del proceso Autuori. Un equipo confundido sin el balón y, los más grave a mi modo de ver, inexistente con el útil. Si la fase defensiva fue terrorífica, la fase ofensiva fue hasta dolorosa de ver.
Curiosamente, la mejora llega cuando se empieza a tratar mejor el balón. Nada que nos sorprenda, pues el ADN de este equipo requiere calidad con la pelota y el deseo de tenerla siempre. Ese es el fútbol que nos enamora.
Con una noche sublime de Tomás Ángel, Nacional no solo remontó la serie, si no que demostró que es un equipo con una jerarquía superior al resto de sus pares en el rentado colombiano. Una hinchada acostumbrada a estas gestas que supo empujar desde la tribuna y exigirle a sus jugadores que diera la talla, por supuesto, ellos respondieron al llamado.
Obviamente hay que dedicarle unas palabras al profesor Alejandro Restrepo que supo poner en jaque a un Nacional que faltó de actitud y dirección táctica, se diluía rápidamente. El profesor Restrepo propuso un duelo de bandas que conectaba su defensa con su delantera a una velocidad admirable. Los centrales de Nacional no supieron cómo controlar los centro delanteros matecañas y solo pudieron soportar el sufrimiento de que tener que jugar con ellos al choque. Craso error.
Después vino la corrección, muy sobresaliente y correcta del profesor Autuori, que supo entender que para poder sobreponerse al panorama, había que empezar por tratar mejor la pelota. Ubicó a Tomás Ángel y a Dorlan Pabon en carriles externos, en esas zonas Intermedias que se generaban entre los volantes y defensores del Pereira, además de subir la altura de sus laterales y obligar a los carrileros rivales a retroceder mucho. Una solución simple que cambió el rumbo del partido y dio paso a que Nacional pudiera obtener una súper liga más. El título número 32.