Por: Wbeimar Muñoz Ceballos.
Cuando en el segundo tiempo Nacional a punta de toque, dejó mareado a Uniautónoma y lo puso a perseguir sombras, hubo un pequeño reencuentro con su mejor historia. Fueron como trazos del pasado, que nos hicieron recordar por momentos los nombres juguetones de Turrón, Mayita, Alexis, Bendito, Tito, La Chancha, Asprilla, Tamayo y muchos más. Aquellos que quedaron plasmados en el tango que aseguraba ‘’hacían hablar al balón’’. Después de un largo ciclo de títulos festejados a punta de balones largos, fútbol directo y rechaces, siempre es bueno el regreso del espectáculo: triunfando y gustando.
A los 10 minutos, un pase de topógrafo enviado por Edwin a Copete, siguió con una vaselina al arquero López, balón en el travesaño y cabezazo de JUAN PABLO ÁNGEL (la figura de la noche), que representó la libación de la miel, gota a gota, para el 1-0. Nacional tenía el marcador a su favor, pero no el control del juego. La defensa apagaba incendios, cuando Uniautónoma juntaba a lo ancho del terreno a cuatro delanteros: Méndez, Barrios, Manotas y Navarro, jugados mano a mano con Guisao, Sánchez, Murillo y Farid y superado el obstáculo de Arias, muy sólo en la labor de filtro. Los ñeros ganaban en el juego aéreo y por eso Cañaveral estrelló un balón en el travesaño, Manotas primero de cabeza estremeció a la zaga, después erró un penal y por último obligó a Cristian Vargas a una voladora, con manos de santo.
Fueron 4 oportunidades de gol, a las que Nacional respondió con 2 mano a mano de Guisao y Bernal, en los que el arquero universitario respondió en buena forma. (En el penal hubo error del árbitro Gallo, quien no es un buen gallo con el pito, puesto que debió sancionar el fuera de lugar de Pacheco y no el empujón de Farid, que fue posterior. Primero es lo primero). Los barranquilleros dieron la batalla con más visitas al arco rival, pero fallaron en la finalización de las jugadas. Cuatro oportunidades de un equipo bravío y cero en puntería. Los verdes fueron más eficaces, puesto que de tres oportunidades aprovecharon una, aunque era un onceno vertiginoso y sin pausas y se dejaba ganar los costados por los doblajes enemigos.
En el acto final, Miller Mosquera entró como zaguero central del lado izquierdo, reemplazando a Sánchez. Murillo se corrió unos metros a la derecha. Bernal se hizo más acompañante de Arias en el medio. Guerra entró por Sherman y se fue a la punta derecha, mientras Edwin pasó al lado izquierdo del ataque. Fue como un acto de magia, para desaparecer al enemigo, que nunca más encontró la pelota y jugó mirando con un telescopio a Cristian Vargas, puesto que no tuvo un solo ataque decente en el resto del compromiso. Nacional desató toda la artillería a la ofensiva y si no aumentó la cuenta en los primeros 10 minutos, obedeció a un palo atravesado, dos achiques geniales del cancerbero López y un taquito de Juan Pablo, que estuvo a un dedo de la celebración. Apareció entonces el Nacional que muchos evocan: el de movimiento constante en función de desmarcación, el de pases de todos los colores, fútbol cooperativo y uno que otro lujo, cuando la ocasión lo ameritaba. Jugaba por las bandas y por los pasillos centrales.
En varias oportunidades hizo más de 30 (léase bien; 30) pases consecutivos. Gobernó el partido, mientras el estudiantado rival, miraba y obedecía. El verde tomó el control de la pelota, del juego y del terreno. Nacional se deleitó y Uniautónoma se quedó sin piernas, pagando tributo a los esfuerzos iniciales. El resto era esperar a que los goles se decantaran, ante la aparición de los espacios y los remates. Minuto 19. Arias filtró un pase en curva y JUAN PABLO ÁNGEL, la bajó con el pecho y sacó un zurriagazo lacerante para el 2-0, que fue un beso al viento y a la noche. A los 35, entrega de Edwin a ALEJANDRO GUERRA, en una zona sin oponentes y el derechazo se convirtió en el tercer estallido de gargantas abiertas.
Nacional aunó control del partido, jerarquía, personalidad, dominio territorial y movimiento del cuero en todas las parcelas de la cancha.
Trazó su paisaje de victoria, con los pinceles del toque. ¿No les parece?