Entendamos la palabra jerarquía en el fútbol, no solo por el escalafón de dignidades, sino por mayores experiencia, historia, inversión, talento y finalización de jugadas, que fue exactamente lo que pasó en el Atanasio, ante 31155 feligreses quienes andan encantados con el fútbol y los resultados que muestra Nacional.
Los dos equipos se repartieron la posesión de la pelota ( Nacional 52% y Chicó 48%) llegaron igual número de veces con peligro al arco rival ( 6 y 6), pero a la hora del balance ganó Nacional, porque desenfundó la pistola más rápido, mientras los disparos de la visita terminaron en el limbo o en el cuerpo de Cristian Bonilla quien ahogó el grito de gol en 4 achiques fabulosos sobre Riascos, Díaz, Córdoba y Deiner Ruiz.
En el primer tiempo Chicó presionó a su adversario, lo superó en la media cancha, circuló el balón en función de progresión y se acercó con peligro a la cabaña de Bonilla. Sin embargo abrió la cuenta Nacional en su primera llegada de riesgo : Londoño a Ibargüen, éste a LUIS CARLOS RUIZ quien a los 26’ empalmó el remate del 1-0. Chicó puso el esfuerzo y Nacional el gol.
La película se repitió en el segundo tiempo. Riascos tuvo 2 acciones peligrosas pero sin culminación en el arco verde, mientras que ANDRÉS IBARGÜEN a los 58’ aprovechó una jugada previa de Macnelly, habilitando a Berrío y éste con un pase de la muerte a Ibargüen, selló la tarde del 2-0. Otra vez en la primera llegada verde de esos 45’ finales se produjo el gol, mientras Chicó siguió esforzándose y atacando con oleadas de 5 y 6 jugadores, que rompieron a la defensa pero no a Bonilla.
Nacional fue un equipo de contrastes: goleador en momentos claves del partido ; desajustado en defensa, pero golpeador arriba y promotor de nuevos valores como Dayron Mosquera (un volante de primera línea, con gran futuro), Tomás Maya, Daniel Londoño y Robin Quiñonez.
A Chicó hay que aplaudirlo, porque desde el vamos fue al frente a pecho descubierto. Estuvo cerca del empate, pero no definió. Se vio perdedor en dos ocasiones, sin bajar los brazos hasta el pitazo final, en un derroche inclaudicable de coraje.
Un Chicó presionante en la recuperación y fluído en la circulación de la pelota, anudó las maniobras del verde en muchos pasajes. Al final ganó el onceno local porque contó con más talentos en la cancha y mejores finalizaciones de ataques en el área enemiga.
No se impuso el que puso más corazón, sino el equipo de la eficacia. Así de simple.
¿No les parece?