PUDO GOLEAR : en los primeros 45 minutos. Dueño de la pelota, de las mejores apariciones en el área rival, intenso en su juego y en su despliegue físico, buscando perforación por los pasillos de afuera e hilando mejor por los de adentro.
Nacional gobernó el partido, anticipó y corrió más, frente a un River anémico y sin actitud, que se iba en contravía de su historia, porque ni recuperó el balón y por eso no lo pudo manejar y se quedó sin argumentos del medio hacia arriba. Solamente se insinuó en 2 apariciones ( Teo y Vangioni)
El conjunto argentino accionó al filo del reglamento, como si le importara más pegar que jugar y para ello contó con la complacencia del silbato brasileño Ricardo Márquez. Los colombianos, en cambio, fueron superiores en todas las facetas de juego : defensa, creación, remates, transiciones hacia los dos arcos y por eso ganaron la posesión y la posición.- Se fueron en ventaja a los 34’. Berrío recuperó un balón que alargó para Ruiz y éste sirvió a Edwin, quien con su inteligencia de siempre filtró un pase a espaldas de Vangioni, para que ORLANDO BERRÍO con un derechazo inapelable, encendiera un lucero en el cielo. Locura colectiva, entre los 44412 espectadores del Atanasio ((pagaron $2603.368.300,oo).
El 1-0 fue un marcador tacaño, para el despliegue ofensivo de Nacional. Disparo en el palo de Edwin; Ruiz falló en una palomita en el área; Ruiz y Farid llegaron tarde a un centro de Copete; Barovero voló para desviar un remate de Berrío y volvió a desplegar sus alas en otro disparo de Edwin; Copete no finalizó una jugada a 10 metros de la raya de gol y a pase de Edwin otra vez Copete se divorció de la anotación. Todo un carrusel de oportunidades, se fueron por un bolsillo roto. Y la premisa es que cuando fallas tanto, terminas lamentándolo, porque la primera mariposa que pasa por tu arco se convierte en una puñalada al corazón.
PERO… el Nacional que pintaba para golear, protagonizó una película borrosa, en el segundo tiempo. Bajó la intensidad de su juego y dio libertades en el medio, para que crecieran futbolísticamente Sánchez y PISCULICCI y éste último con un zurriagazo de zurda, decretó el 1-1-, a los 20’. River que no se asoció antes, se convirtió en onceno pujante y cooperativo. Aflojó en marcas el local, mientras River soltó sus amarras, se apoderó del balón en la mitad, porque anticipó en la recuperación y dejó de dar leña, para jugar al fútbol. A los locales, se les extravió la carta de navegación, especialmente porque el DT Osorio, no tuvo respuestas en los cambios.
Cuando a los 37’ del primer tiempo se lesionó Bernal, en vez de ingresar Sebastián Pérez (era cambiar volante de ida y vuelta, por otro de ida y vuelta, que era lo que daba resultados), el adiestrador se inclinó por Guerra y allí quedó prácticamente con 10 jugadores, porque el venezolano ni recuperó el balón, ni lo distribuyó, ni remató al arco. Cuando entró Sebastián (m. 59), River había tomado las riendas del partido ( presionó mucho más , para mejorar en recuperación y distribución del balón) y se fue Copete, quien le había hecho sudar la gota amarga a Mamana y el verde perdió en amplitud. Sacaron de la cancha al delantero más incisivo, Berrío y entró Guisao, con muy poca producción. A Ruiz lo pasaron a la banda izquierda (sacándolo de su hábitat natural que es el área) y hasta Edwin, que es un buen repartidor de caramelos en el medio, pasó a fungir de falso 9.
Con todos esos inventos, el verde quedó sin brújula. Y terminó empujando en zona rival, más con los piés que con la cabeza. Tenía puesto el freno de mano. Pudo haber anotado en un disparo de Berrío, que rebotó en el palo, pero también en el arco de Armani , hubo zozobras. Gallardo había ordenado al visitante, que cosiera dos líneas de 4 zagueros y 4 volantes, para cerrar caminos. De ser un equipo arrollador en el primer segmento y merecedor de al menos un gol más en esa etapa, Nacional pasó de gobernante a gobernado, de protagonista a observador. Valencia y Ángel, entendieron que Osorio ya había quemado las naves y es posible que hayan deseado jugar siquiera unos minutos, en esos ratos de angustia y desespero.
En la tribuna pasaron de las sonrisas a las muecas, de la alegría a la desazón. Ahora todos rezan a la Divina Providencia ( de la que tanto habla el profe), para que los verdolagas sigan en su buena racha de visitantes mostrada a lo largo de ésta Copa Sudamericana.
Para el Cielo…no hay fronteras, ni imposibles.
Escrito Por: Wbeimar Muñoz Ceballos.
