Por:
Juan Felipe Velásquez
Han pasado 18 días de noviembre de 2024, y Atlético Nacional, el club más grande de Colombia, arrastra una preocupante racha de cinco partidos sin ganar: dos derrotas y tres empates. Esto no es solo un mal momento, es una señal alarmante justo cuando se acercan los cuadrangulares finales de la Liga BetPlay. Para seguir con vida, Nacional debe hacer seis puntos en las primeras dos fechas, un desafío que parece cada vez más cuesta arriba. Pero lo más inquietante no son solo los resultados; es el fútbol cuestionable, plano y carente de ideas que se ha vuelto una constante.
El reciente partido de vuelta contra Independiente Medellín en la semifinal de la Copa BetPlay dejó un sabor amargo, a pesar de que Nacional avanzó a la final gracias a la ventaja obtenida en la ida. El equipo fue arrinconado, forzado a defender y se vio superado en su propia casa, excusándose en la expulsión de Luis Marquinez. Pero seamos claros: la roja no explica todo. Nacional lleva cinco o seis partidos jugando de manera regular o directamente mal, incluso con 11 jugadores en cancha. Este equipo, con la nómina que tiene y la historia que carga, no puede permitirse asumir un papel de víctima.
Basta con las excusas de que “el rival venía en buena racha” o que “su técnico tiene bien trabajado al equipo”. El DIM está empezando un proceso, y aunque merece respeto, Nacional tiene una plantilla superior, jugador por jugador. Más importante aún, Nacional no es inferior a nadie. Este es el Rey de Copas, el club con más títulos, el que impone condiciones sin importar el rival. Asumir una postura de inferioridad, ya sea por el momento del contrincante o las circunstancias del partido, es una traición a nuestra historia. Nacional no puede permitirse caer en este tipo de conformismo, porque este equipo está llamado a ganar y a hacerlo con buen fútbol.
Pero el problema no termina en la cancha. Lo que está ocurriendo fuera de ella es igual de preocupante, y quizás más indignante. Lo que hizo la Policía Nacional al interrumpir una rueda de prensa para llevar al técnico Juarez a declarar por celebrar una clasificación es un acto ridículo y vergonzoso, un reflejo del circo en el que se ha convertido nuestra sociedad. Celebrar goles, triunfos y clasificaciones es parte del folklore del fútbol, algo que siempre ha existido y que jamás debería ser censurado. Si alguien no puede tolerar ver a un rival festejar sin sentir la necesidad de recurrir a la violencia, el problema no es del fútbol, es de esa persona.
Este nivel de delicadeza extrema y show mediático no es exclusivo del fútbol. Hace unos días, el país entero se enfrascó en un escándalo ridículo por la canción +57, acusada de “promover la explotación sexual infantil”. Mientras problemas reales quedan sin resolver, nos distraemos con absurdos moralistas y shows vacíos. Es exactamente lo mismo que ocurrió anoche: una sociedad hipócrita, que prefiere condenar una celebración antes que enfrentar las verdaderas raíces de la violencia y la intolerancia.
El fútbol no es para delicados. Este deporte vive de pasiones, de rivalidades, de chicanas, de cánticos en las tribunas, de pavonearse ante la hinchada rival con logros y títulos ganados. Si eso le ofende, si ver a alguien festejar le despierta ganas de violentar, el problema está en usted. Tal vez debería dejar el fútbol y dedicarse a deportes más “calmados”, como el ajedrez, donde todo es señorío y diplomacia. Aquí, en el fútbol, vivimos las emociones al máximo, y quien no pueda aceptarlo no tiene cabida en este deporte.
Atlético Nacional tiene un doble desafío por delante. En lo futbolístico, debe recuperar su identidad, su grandeza, y el fútbol que lo ha convertido en el club más grande de Colombia. Este equipo no está para “ponerse el overol” partido tras partido; está para ganar y ganar jugando bien. En lo institucional, Nacional debe ser ejemplo, marcando la pauta de lo que significa ser grande dentro y fuera de la cancha.
La final contra América de Cali será una oportunidad para empezar a cambiar la narrativa, pero los cuadrangulares finales exigirán más: consistencia, jerarquía y compromiso absoluto. Nacional, es hora de recordar quién eres. El Rey de Copas no se conforma, no se arrincona y no se excusa. Este equipo debe jugar como el gigante que es, con fútbol, con resultados y con la pasión que ha conquistado a millones de hinchas. Es hora de estar a la altura de tu historia. No más excusas, no más conformismo. Nacional es grande porque siempre ha sabido demostrarlo.