Qué difícil comenzar a hablar de un partido que al minuto 7 se podría ir perdiendo 4-0, qué difícil encontrar respuestas en un mar de indolencia deportiva, qué difícil ver la pasividad con la que algunos asumen el juego, qué difícil ver un equipo sin liderazgo, pero ante tanta dificultad, qué fácil es tocar fondo, si es que no se sigue cayendo más.
Atlético Nacional visitaba al River Plate uruguayo con una misión compleja: marcar dos goles y que no le marcaran, misión que a los 11 segundos de comenzado el partido se comenzó a desmoronar, el equipo ingresó al juego tal como fue su constante después del regreso del fútbol, desconcentrado y frío.
Durante gran parte del primer tiempo y con el marcador 2-0, Nacional fue un caminante errante en la cancha, casi un espectador de lujo ante la ausencia de hinchada en las graderías, la mediana reacción llegó al minuto 30 cuando Andrade y Duque sacaron un poco de vergüenza deportiva y se juntan para ir al ataque, para que Duque marque el descuento, al cierre del primer tiempo el equipo parecía despertar.
Ese cierre fue un espejismo, el equipo en el segundo tiempo definitivamente no encontró su rumbo, los jugadores no se sintieron bien en sus posiciones “naturales” y tampoco se vieron cómodos cuando desde el banco técnico se comenzaron a realizar modificaciones posicionales, Nacional comenzó a hacer un juego que podríamos decir que no conoce, jugar hacia atrás y caer en el roce físico que le propusieron los uruguayos, nuevamente la pasividad se apoderó del equipo y llega un lapidario 3-1, Final del partido, eliminación y lágrimas en tres hombres (Duque, Andrade y Braghieri), que por lo menos lo intentaron desde la actitud.
Si pensamos que el equipo había tocado fondo ante Millonarios, al parecer quedaban algunos escalones más por bajar, no se puede librar de responsabilidades al cuerpo técnico. La idea de juego sobre la cual insistió tanto nunca dio sus frutos, los jugadores llegaron en bajo nivel luego de la pandemia y no lograron recuperarlos, pero también los jugadores tienen su gran parte de responsabilidad en el mal juego, la poca ambición y la nula competitividad que muestra a hoy Atlético Nacional
Van 4 años, 8 técnicos (entre en propiedad y encargados), 3 presidentes, 2 directores deportivos, diferentes revolcones administrativos y en divisiones formativas, tantos bandazos en una institución tan grande solo pide una cosa: frenar, pensar y arrancar de nuevo, retomar la filosofía de las planeaciones estratégicas, las metas a corto media y largo plazo, fortalecer el futbol formativo, ser mas precisos en el proceso de scouting, retomar el departamento de fichajes para escoger de manera asertiva a los jugadores y que el cuerpo técnico que llegue sea el idóneo y comprenda que debe estar al servicio del club, no al contrario.