Por:Andrés “Pote” Rios.
El golpe de la eliminación en Libertadores ha sido duro. Tan duro como han sido estos casi nueve meses en los que hemos recibido golpes en casa con Millonarios en Superliga y la definición de la Liga I ante Tolima.
Y sí, ha sido más duro porque ha sido en casa y ha sido con esa sensación de ser más y dejar ir el botín por lo que pasó en la ida, lo que se hizo en momentos de la vuelta y darnos cuenta que falta, falta a pesar de ser más en historia, jerarquía, nómina y ni hablar de la hinchada.
Y duele más porque este equipo y todo lo que lo compone no está, en los últimos seis años, acostumbrado a esto. Y sí, es parte del juego perder, pero amigos, no tan seguido y en todos los objetivos que se han planteado en lo que va de este 2018… De ahí la pregunta de este texto: ¿Y ahora qué hacemos?
Lo leo y oigo a muchos hinchas decir que Atlético Nacional está acabado y que acabaron con el club. Fatalismo puro pegado al facilismo de decir cualquier cosa. Parte de la grandeza de los equipos enormes es vivir situaciones como esta y salir adelante.
El club siempre estará ahí por encima de nombres, coyunturas y situaciones mismas del juego. Y hay gente seria dentro del club que todos los días se levanta con la intención de hacer más grande el legado verdolaga.
Y ocupándome de la situación que vivimos y del juego mismo. Ante Tucumán, equipo loable, chico y que logró ante Nacional lo más grande de su historia, la cadena de errores no es difícil de ver y tiene como responsable al cuerpo técnico que lidera el profesor Jorge Almirón.
Y no es poner su cabeza en la cresta de una pica, no, es que desde que firmó su contrato él es la cabeza del club en cuanto al desarrollo futbolístico se refiere y, por consiguiente, de sus resultados.
Esto es fútbol, esto no tiene misterios, a los directores técnicos los miden, repito, los resultados, a los jugadores su rendimiento en la cancha que debe ser potenciado por el mismo DT y a las directivas su gestión deportiva, económica y hasta social. Así es en este club y es en cualquier club serio del orbe.
Parte fundamental del éxito de un entrenador es el de dar solución a los problemas del equipo en el marco de la competencia y la planeación a través de sus alternativas y conocimiento. Potenciar, hacer mejor a un grupo desde lo individual hacia lo colectivo, encontrar las fórmulas que otros no ven y, por ejemplo, ante Tucumán en el Atanasio, fue a la inversa. Hay que resaltar que el primer tiempo fue muy bueno. Un Nacional que se impuso, que atacó por todos los frentes y sometió a su rival. Mereció dos o tres goles y nadie desentonó.
Para el segundo tiempo se mantuvo la presión, bajó un poco la dinámica, se cerró más el equipo visitante y desde el banco llegaron decisiones que, con el mayor respeto hacia el profesor Almirón- quien es una muy buena persona- no entiendo y no es necesario hacer mil cursos de técnico para ver eso dentro de una cancha: renunció a los tres jugadores que llevaban bien la parte de generación de juego con sus pases, desdobles y alternativas que trataban de quebrar la línea del rival, ellos eran: Vladimir Hernández, Gonzalo Castellani (éste cambio fue por lesión) y Aldo Leao.
Y hasta ahí llegó el equipo. Candelo, que es un extremo, terminó por el centro como un “pseudo 10”, Torres (quién tiene pitos imaginarios en la cabeza) como un limitado doble 9 y, Lucumí, en su banda sacando gente, pero lanzando centros sin mayor daño. Ahí Nacional se diluyó entre centros y centros y chocó y chocó sin éxito, y quedó eliminado.
No le quito nada a la actitud de la gran mayoría de los jugadores. No le quito nada al apoyo de la hinchada, la falla estuvo en los cambios ¿Por qué no sacar a Dayro Moreno que no estaba fino y mandar a Candelo a una banda y usar a Duarte como el 9 de raza que es? ¿Por qué no pasar a línea de tres en el fondo e irnos con todo por el todo en ataque cuando era ahora o nunca? ¿Por qué sacar a los que estaban haciendo un buen trabajo? Preguntas que no aportan ya nada ante el resultado, pero no sobra la reflexión como hincha.
Y eso va de la mano del técnico y de sus asesores. A ellos se les mide por resultados y estos indican que Atlético Nacional ha fracasado en los objetivos que ha disputado en lo que va del año. Sí, los ha perdido y ese no es nuestro adn, es parte del juego, sí, pero van tres en casa en lo que va del 2018 y es un motivo para evaluar cosas.
La hinchada hoy perdió la fe, la confianza y pide que rueden cabezas. Entendible al son de la frustración, pero hoy es un error que se vaya el profesor Almirón. Por un lado ¿A quién le damos el equipo? ¿A Nixon Perea, al “Arriero” Herrera? Mucho respeto siento por ellos, pero aún les falta trecho. Creemos como hinchas en nuestro raciocinio que todos los entrenadores están sentados esperando a que Nacional los llame, y no es así.
Luis Fernando Suárez tiene equipo y respeta su contrato. Salir por un entrenador que se acomode a lo que es el club no es soplar y hacer botellas. De otro lado, el profesor Almirón tiene contrato vigente y una cláusula que se cumple en diciembre. Salvo que renuncie, que no sé si eso ocurra ahora, implica un gran gasto para el club. Y amigos, a pesar de lo que muchos creen, el club vive momentos de austeridad.
Ahora hablan de Leonel Álvarez. Frente a ese nombre mi posición es clara. Fue un ídolo, un histórico pero esa condición se debe mantener durante toda la vida y ya no lo es. Y no es porque dirigió al Medellín, también lo hicieron Santiago Escobar, Juan José Peláez, “Bolillo” Gómez e incluso “Chonto” Herrera fue asistente de Leonel y en ellos hubo profesionalismo y respeto. Leonel Álvarez no manejó bien eso… Esa opción es lejana.
Creo que el presente nos indica que está Jorge Almirón y no es sana su partida. Debe mejorar sus decisiones, su autocrítica, su esquema. Mirar su grupo y arreglar lo que haya suelto. Desde la directiva hay un presidente que siente al equipo en el alma y supongo que habrá charlas sobre el balance de pérdidas que acumula el club en lo deportivo durante este año.
Repito, la frustración es grande, pero hay algo que nos caracteriza: el salir adelante y para ello no hay que olvidar que hay que estar en las malas, que hay que recuperar la confianza y el club está en la misión de volver a conquistar a sus hinchas.
Los jugadores y el cuerpo técnico no pierden por gusto, pero hay que dar más. El año por ahora sigue perdido y la fe anda embolatada.
Han sido golpes que duelen bastante por el mismo amor que nace del alma hacia esta pasión que se llama Atlético Nacional.
Quedan dos títulos en este año y es una obligación ganarlos.