El fútbol tiene sus vaivenes: el técnico Osorio pasó de ser aplaudido en el clásico, a la rechifla de gran parte de los 31343 clientes del Atanasio y su equipo Nacional, mientras puso a circular la pelota a ras de gramilla, encantó a la tribuna, marcó los 2 goles y estuvo a punto de enviar al Barcelona al infierno.
Sin embargo, un cambio equivocado (el ingreso de Manga, pensando en arrollar al enemigo y descuidando deberes defensivos) y la escogencia de las vías de ataque, al jugar en el segundo piso a punta de pelotazos durante 60’, cambiaron el panorama. Se pasó de la emoción a la angustia y de la eficacia a la derrota. Los bombardeos pueden ganar partidos, pero esa propuesta no tiene buena química con la afición.
En 30 minutos, Nacional tomó las riendas del juego: balón bien jugado, paso rápido en la media cancha, amplitud y profundidad con Guerra, Yulián y Copete, buenas mezclas por dentro, amén del esfuerzo y la colectividad en todas las líneas. Hubo avisos de peligro con Yulián (disparo en el palo y luego una salvada del arquero Lanza) y Palomino (cabezazo que pasó silbándole al vertical). Aunó posesión con posición e hizo que Barcelona se refugiara en su cueva. A los 30’ la visita no aguantó más la arremetida verde y JAIRO PALOMINO abrió la noche con el 1-0.
Justamente en el momento del gol, Guerra se fue lesionado. Si era un jugador con funciones de atacar y defender por su sector, debió ser reemplazado por otro con esas características, pero el DT se olvidó de Alcatraz y apostó su capital a Manga. Éste último, se despreocupó de la marca y ahí comenzaron a subir Nazareno, y Oyola. A los 38’ la jugada comenzó con ellos, a espalda de Manga y ESTERILLA igualó 1-1.
En los albores de la segunda parte (apenas 22 segundos) ALEMÁN elevó la cuenta para los ecuatorianos, con la colaboración del arquero Vargas y sus manos de gelatina. 1-2. Y a los 51’ en una contra creada en la orilla derecha entre Esterilla y Velasco, ALEMÁN repitió la dosis y llegó el 3-1. El propio Nacional, que le había perdonado la vida a su rival, en la primera media hora, lo revivió en 3 jugadas malhadadas. El visitante cabalgó en la contra, por llanuras desoladas y ahí estuvo la clave de su victoria.
Osorio envió al terreno a Valencia y Alcatraz, (54’) sacrificando a Bernal y Murillo. Cuando a los 70’ Nacional volvió a poner la pelota en el piso YULIÁN MEJÍA combinó con Henríquez, Zeballos y Ruiz, en el ritual de la ‘’tuya y la mía’’. 2-3. Y allí concluyó la noche: el resto del partido fue de ‘’ponchazos’’ y en ese juego aéreo ganaron Lanza y sus centrales Perlaza y Lamas, respaldados por una defensa de ayudas. Ya no hubo remates al arco, ni buen trato del balón. Los futbolistas expertos en el toque, se transformaron en gladiadores ineficaces. De nada sirvió ser amos del cuero, pero no del espacio para disparar.
Los cálculos de Osorio, no funcionaron. Manga y no Alcatraz. Vargas y no Armani, que ha sido el titular en Copa. Velásquez (el hombre fuerte en el juego aéreo) no fue tenido en cuenta, cuando hubo propuesta para jugar con zancos. Y los sobadores de la pelota, fungieron de paracaidistas. El adiestrador, admitió en la rueda de prensa, que se confiaron demasiado, con el colero del grupo.
El no prever los riesgos defensivos, en el contragolpe de Barcelona, fue una manera de mirar al rival, por encima del hombro.
El sabio Salomón, sentenció hace muchos siglos: ‘’cuando Dios quiere perder al hombre, lo ensoberbece’’.