Por :Juan Felipe Velásquez.
Si en esta editorial empiezo por hablar de fútbol entonces seré cómplice de los delincuentes que, fecha tras fecha, están pudriendo el fútbol colombiano. Hacerme el de la vista gorda y pasar por alto un hecho tan lamentable como el sucedido anoche en el estadio Palmaseca, me convertiría en uno más de ellos. Si, señores.
Si yo decido no condenar el botellazo al juez de línea y hacerme el ciego, estaría actuando igual que el árbitro central del compromiso de anoche, quien, justamente, pretendió echarle tierrita al asunto lo más pronto posible y continuar con el juego. ¿Por qué? Pues porque lo normal y conveniente era dar por suspendido el partido y llevarlo a estudio, pero eso perjudicaría los intereses económicos de tantos magnates que era mejor hacerse el desentendido.
Yo no. Yo si quiero empezar condenando el asqueroso evento que, desafortunadamente, se está convirtiendo en pan de cada fecha. Ahora resulta que por mes tenemos 2 o 3 eventos desafortunados de violencia o de arbitrajes pésimos, pero nada pasa. Se imponen castigos blanditos y los implicados pasan de agache, sin enfrentar una condena severa. Es por eso que entramos en un círculo vicioso del que no parecemos salir nunca.
Esa podredumbre dirigencial que cubre al FPC se traslada a los proyectos deportivos, a la cancha. La extrema nubosidad en el panorama del fútbol colombiano se nota, también, en lo simple y poco competitivo del mismo. Yendo concretamente al partido de anoche, Nacional sigue siendo un equipo lleno de virtudes guerreras, viriles y competitivas, pero de fútbol dinámico, moderno e intenso hay muy poco.
Nacional salió ayer a competir desde lo atlético y sigue faltando lo futbolístico. No quiero condenar este nuevo proceso del profesor Amaral porque no es el fin definitivo de este artículo, si no alentar a los protagonistas a que se animen más a dominar desde la posesión.
No me tomen por un detractor de este nuevo proceso. Cada rueda de prensa del profesor Amaral me convence un poco más de que puede ser el indicado para darle el salto de calidad al equipo, pero empiezo a sentir que los jugadores van decidiendo en el campo aquella jugada que los va a convertir en figura y no la que le hará un real bien al equipo.
Nacional se llenó de jugadores individualistas. Comprometidos, si, profesionales, también; correlones y metelones, con muchos huevos para enfrentar cada compromiso, pero con ganas de ser figuras y resaltar a cómo de lugar. No pretendo sentenciar, pero me da la sensación de que los jugadores de Nacional quieren ser más pesados que el mismo escudo.
Hora de jugar más equipo para que, justamente, el equipo muestre evolución y real juego colectivo, sobre todo en ataque.